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domingo, 30 de octubre de 2011


La gran manifestación
Colaboraciòn: Josè Ropero Alsina
Por: Alfredo Molano Bravo
Estuve mirando el paso de la marcha universitaria en contra de la reforma a la Ley 30 del 92.
Quince mil o veinte mil estudiantes manifestando su desacuerdo sin violencia, abrazando policías, distribuyendo chapolas con fundadas críticas al proyecto, cantando unos, bailando otros, contrariando esquemas y hábitos. Fue emocionante. Y además ilustrativo. Tengo la sensación de que el estudiantado ya no quiere, como lo pretendíamos nosotros en los 60, asaltar el cielo a pedrada limpia. No se trata de ser la vanguardia, sino de ser un sector que participa en la vida polítangiela@yahoo.comica del país. No hubo heridos ni vitrinas rotas. Desfilaron mostrando su fuerza sin ejercerla. Controlaron y desautorizaron a quienes podían poner en peligro el rechazo radical a la iniciativa del Gobierno. La idea de abrazar transeúntes, espectadores y a la misma Fuerza Pública creó un ambiente de simpatía y, añadiría, de respeto a favor de su protesta, como quizá desde las manifestaciones del año 29 contra Abadía Méndez, o del 54, contra Rojas Pinilla, no se veía. Tampoco se habían visto niñas con sus senos al aire pidiendo que la reforma la hiciéramos entre todos. No sólo le pusieron al desfile un toque de libertad, sino de franqueza. El señor procurador debió esconderse y temblar debajo de su escritorio viendo tal desenvoltura. La senadora Gilma Jiménez debe estar preparando en alguna sacristía una denuncia contra las estudiantes por corrupción de menores. Más asombroso fue ver a la Policía parada en una esquina, seria y serena mientras los estudiantes les pintaban corazones rosados, rojos y azules en sus escudos. No fue sólo espectáculo. Fue una defensa de lo que se llamó la democracia participativa que, nos dijeron, es el espíritu de la Constitución del 91, que el presidente Santos parece poner entre paréntesis cuando afirma que no es la calle el sitio para la discusión de reformas, sino el Congreso. El Congreso, donde a pupitrazo limpio se aprueba lo que el presidente quiera. Como, por ejemplo, en este caso, convertir la educación superior en una enorme maquila de obreros calificados, o supercalificados, para exportar. Una fábrica de autómatas, piezas de una gran máquina, que no critiquen y hagan realidad una de las consignas más finas de los estudiantes: “Pienso, luego desaparezco”. Es la esencia de la reforma: desaparecer a quien piensa, ahogarlo a punta de fórmulas. La calidad de la educación universitaria quiere ser sacrificada en favor de la producción en serie de profesionales obedientes, adocenados y formateados. ¿Y dónde emplearán esa masa de robots si la economía, con todas sus locomotoras al galope, será incapaz de emplearlos? Pues se exportarán, como cualquier camisa confeccionada en un galpón de Cajicá o de Sesquilé. El objetivo final es producir un capital humano, como lo llaman, barato. Pero además que ese “precio de oferta” —sale, lo llamaría el viceministro de Educación— sea pagado por el mismo producto o sea por el “profesional” lleno de grados y títulos a través de una plata que le presta el Icetex, un programa que terminará en manos del sistema bancario. ¡Qué más privatización que esa! La educación —decía una chapola— es un derecho, no un producto de supermercado. Y es que, diría el ministro de Hacienda, “plata no hay”. ¿Y cómo puede haber, si la que nos sacan a punta de impuestos se gasta en represión pura: un estudiante —dicen los estudiantes— le cuesta hoy al Estado tres millones y medio de pesos al año; un soldadito, $18 millones, y un preso, $12 millones. Si por lo menos a cambio de la reforma soltaran los soldaditos a trabajar, habría ganancia.
La manifestación del martes fue un ejemplo de democracia militante, incluida la Policía de Bogotá, que se dejó abrazar, en vez de amenazar, agredir, dar palo. Afirmo, por tanto, que Clara López, la alcaldesa, sería el mejor ministro de Defensa que jamás pudiéramos soñar. Mando civilizado se llama esa virtud.
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miércoles, 26 de octubre de 2011

LA HUMILDAD HACE PARTE DE LA VIDA NOBLE Y SANA.


Aporte  Jorge Ubaldo Castaño torres.
MUY INTERESANTE ANÉCDOTA Y.... MORALEJA 
(Hecho ocurrido en 1892, verdadero y parte de una biografía) 
Un señor de unos 70 años viajaba en el tren, teniendo a su lado a un joven universitario que leía su libro de Ciencias. El caballero, a su vez, leía un libro de portada negra. Fue cuando el joven percibió que se trataba de la Biblia y que estaba abierta en el Evangelio de Marcos.
  Sin mucha ceremonia, el muchacho interrumpió la lectura del viejo y le preguntó:
 - Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos? 
- Sí, mas no es un libro de cuentos, es la Palabra de Dios. ¿Estoy equivocado? 
- Pero claro que lo está. Creo que usted señor debería estudiar Historia Universal. Vería que la Revolución Francesa, ocurrida hace más de 100 años, mostró la miopía de la religión.
Solamente personas sin cultura todavía creen que Dios hizo el mundo en 6 días. Usted señor debería conocer un poco más lo que nuestros científicos dicen de todo eso.
- Y... ¿es eso mismo lo que nuestros científicos dicen sobre la Biblia ?
- Bien, como voy a bajar en la próxima estación, no tengo tiempo de explicarle, pero déjeme su tarjeta con su dirección para mandarle material científico por correo con la máxima urgencia.
El anciano entonces, con mucha paciencia, abrió cuidadosamente el bolsillo derecho de su bolso y le dio su tarjeta al muchacho. Cuando éste leyó lo que allí decía, salió cabizbajo, sintiéndose peor que una ameba.  En la tarjeta decía:
Profesor Doctor Louis Pasteur
Director General del Instituto de Investigaciones Científicas
Universidad Nacional de Francia
'Un poco de Ciencia nos aparta de Dios.
Mucha, nos aproxima'.
           Dr. Louis Pasteur
 MORALEJA:
El mayor placer de una persona inteligente es aparentar ser idiota delante de un idiota que aparenta ser inteligente.

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE


Marc Antoni Broggi, cirujano y humanista

Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet

"Vive tu vida hasta el final: ¡aprópiate de tu muerte!"

17/10/2011 - 00:00
Foto: Kim Manresa
¡Todo es vida!
Broggi lleva medio siglo operando, en ese filo del bisturí entre la vida y la muerte. Se inició de niño con su padre, Moisès Broggi, que tiene... ¡103 años! "Yo no viviré tanto: ¡he fumado mucho!", me confiesa. Presidente del Comité de Bioètica de Catalunya, Broggi se empeña ahora en difundir entre la población en general la doctrina elaborada por el comité para que no quede sólo entre expertos y la comentemos en cenas y sobremesas: para que aprendamos a bien morir. Por eso publica Per una mort apropiada (Edicions 62), para ayudarnos a entender que la mejor muerte es esa que pone el broche a una vida vivida hasta el final. "Morir es inevitable, ¡pero morir mal no tiene por qué serlo!", sentencia.
¿Hay una muerte apropiada, doctor?
Sí, si la humanizas y la haces tuya. También hay una muerte expropiada.

¿Qué quiere decir?
Tus familiares y médicos querrán expropiar tu muerte. Pero es tuya: que sea propia y apropiada. ¡Aprópiate de tu muerte!

¿Cómo querrán expropiar mi muerte?
Si te diagnostican una enfermedad terminal, tus familiares dirán a los médicos: "¡Hagan todo lo posible!". Y los médicos lo harán, porque te verán como un reto médico.

¿Y esto es expropiatorio?
Sí: "Todo lo posible...". ¿Es conveniente? ¿Compensa hacer tanto? ¿Eso humaniza o deshumaniza? La medicina ha avanzado más en los últimos 25 años que en los últimos 25 siglos: ¡hoy podemos hacer tantas cosas... que quizá sean demasiadas!

¿No vale la pena tanta actuación?
Ponlo todo en la balanza, razónalo, háblalo... y decide: se trata de tu calidad de vida, y al final está siempre la muerte, tu muerte.

Me asusta el sufrimiento.
Hoy disponemos de fármacos contra el dolor: no tiene sentido sufrir. El índice de uso de morfina en España es bajo, índice de baja atención al paciente terminal.

¿Qué aconseja a los médicos?Hacemos demasiado para frenar la muerte y demasiado poco (y tarde) para evitar el sufrimiento. ¡Hagamos que el tramo final de la vida del paciente sea vivible!

¿Qué aconseja a los moribundos?
"No te olvides de vivir", que dijo Goethe. Ved tan inevitable vuestra muerte... como la vida que os queda.

¿Cómo vivir si sé que voy a morir?
Reconcíliate con la vida: entiende que la vida estaba antes que tú y que seguirá sin ti.

Es duro.
Nos acostumbramos a vivir... y nos apegamos. Pero la vida no te necesita. Piénsalo.

Ya.
Y, a la vez, piensa que has colaborado con la vida, que has dejado huella, has aportado obras, hijos, emociones... que darán frutos.

¿Eso es balsámico?
¡Y perdónate! No te juzgues: hiciste lo mejor que pudiste y quédate contento.

¿Ayuda a bien morir ser creyente?
Ante la muerte, no he detectado gran diferencia entre creyentes y ateos.

¿Qué es lo importante para bien morir?
Sentirte acompañado, mirado, admirado: que haya alguien a tu lado que te vea de verdad. Y para eso suele ser mejor un amigo que un familiar.

¿Por qué un amigo?
A un familiar le cuesta verte: ve que no estarás en Navidad, ve el hueco que dejas...

¿Cómo puedo ayudar a un amigo moribundo?
Estando presente. No quieras hacer: ¡hay que estar! Se trata de saber estar: una mano, una mirada... Sé empático con él, no temas acercarte a él y defiende sus intereses.

Ayúdeme a preparar bien mi muerte.
Empieza por pensar que esta vida hay que dejarla en un momento u otro.

Vale.
Redacta un documento de voluntades anticipadas: tus valores, tus instrucciones médicas, designa a quién delegas decisiones si tú no puedes. ¡Eres ciudadano hasta el final!

¿Pido que me digan toda la verdad sobre mi diagnóstico, o mejor no?
Nada de mentiras. Pero, eso sí, que te modulen la verdad para que te sea útil.

Depende de la sensibilidad del médico.
La red sanitaria debe reflexionar sobre la calidad de la agonía. La mitad de la gente muere en hospitales. ¡Luchemos menos contra que el paciente muera y más porque muera bien! Hagamos que el entorno hospitalario sea más cálido, acogedor, íntimo...

¿Cuál es la buena práctica médica en este ámbito, según las tesis de la bioética?
Aceptar que la muerte llega y aligerar la llegada de la muerte.

¿Conoce alguna muerte ideal?
Rilke dijo: "Señor, da a cada uno su propia muerte". Que tu muerte encaje en lo que ha sido tu vida. Como la de Sócrates... que me parece incluso demasiado perfecta.

Recuérdemela.
Condenado a morir con cicuta, convoca a sus amigos, charla con ellos, hace salir a los que lloran, bebe y se despide: "Parto hacia la muerte y vosotros hacia la vida: ¡sólo los dioses saben quién tendrá mejor suerte!".

¿Cómo querría que fuese su muerte?
Sin dolor. Y comprendiendo que ha llegado el momento. Y despidiéndome de mi gente más cercana, y entendiendo que saldrán adelante. Como dijo Quevedo: "Que mi vida acabe y mi vivir ordene".

Pero hay también muertes fulminantes y entonces no podrás ordenar nada.
Ya, y no sé si eso es mejor que el paciente sea autor, actor y director de la obra, como dijo el poeta Gil de Biedma en aquel verso.

Recuérdemelo.
"Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir es el único argumento de la obra". Yo haría una pequeña corrección.

¿Cuál?
"Envejecer, disfrutar y morir". Lo de "¡No te olvides de vivir!" de Goethe. Hasta el final, ¡todo es vida! Me impresionó un paciente amigo mío que, moribundo, sacó una botella de vino y me invitó a brindar...

Máteme bien esta entrevista, doctor.
Mientras puedas, procura que al morir puedas susurrarte esto: "He vivido".

Tomado de : LA VANGUARDIA.COM