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miércoles, 29 de abril de 2015

PARO INDEFINIDO DEL MAGISTERIO COLOMBIANO.

¿Tienen razón los maestros al promover el actual paro?
En Colombia un docente profesional que hubiera ingresado al magisterio antes del 2002, empezaba ganando el equivalente actual de 1.200.000 pesos y culminaría su vida laboral con un salario de 2.700.000 pesos. Para quienes ingresaron después de ese año la situación es similar si no tienen maestría aunque mejora un poco si ya la culminaron. Eso implica que quien tuviera maestría hoy ingresaría al magisterio con un salario apenas cercano a 1.600.000 pesos. El promedio de los maestros en Colombia gana un salario algo inferior. Esto no corresponde a la responsabilidad que tienen y no puede ser la remuneración para los docentes en un país que pretende ser el más educado de América Latina para el 2025.
Un problema adicional es que independiente de la calidad del trabajo que realizan, el salario es casi el mismo. De esta manera, un docente comprometido, dedicado a sus estudiantes, que trasciende e impacta a largo plazo el desarrollo integral de ellos, tiene una remuneración igual a la de un maestro que no se esfuerza y que genera aversión, apatía ante la ciencia, el estudio y el arte. Desde cualquier punto de vista, lo anterior es absurdo.
Los docentes reciben muy bajos salarios, lo que no atrae a los egresados de la educación media con altas proyecciones. Tampoco los estimula a seguir trabajando para elevar la calidad de la educación que brindan: ni a los más comprometidos, ni a los que generan impacto negativo en sus estudiantes. Como los salarios son inferiores a los obtenidos en otras profesiones, los jóvenes con mejores resultados en las pruebas Saber no buscan la docencia como una opción profesional. Al mismo tiempo, como no hay estímulos, se favorece la mediocridad.
Los cálculos del estudio más completo que se ha realizado sobre el tema en Colombia (Informe Compartir) permiten concluir que los salarios de los docentes son inferiores en un 18 por ciento a los de otros profesionales. Por tanto, no hay duda: en Colombia debe existir una nivelación salarial para los maestros y como el Plan de Desarrollo está en trámite en el Congreso, es condición que incluya las partidas presupuestales que exige una nivelación de este tipo.
Hay que acompañar a los maestros en esta reivindicación salarial. Este es uno de los mecanismos para mejorar la calidad de la educación en Colombia. Sin dudarlo, es mucho más importante para mejorarla calidad que programas en curso que han tenido mucho bombo y publicidad como la ampliación de la jornada. Al fin y al cabo, la formación de los docentes es una de las variables que todos los estudios, nacionales e internacionales, encuentran como una de las más asociadas a la calidad de la educación. Como los recursos son escasos, no podemos equivocarnos en las prioridades.
Si mejoramos los salarios, jóvenes con mejor proyección se acercarán a la docencia y disminuiremos la doble jornada tan frecuente entre los docentes. Es lógico que si un maestro trabaja en la mañana o en la noche en un colegio oficial y en la tarde en uno privado, su capacidad laboral se disminuye para mediar y orientar de forma óptima la formación integral de sus estudiantes.
Una manera adecuada de realizar esta nivelación salarial es distribuyendo el incremento durante algunos años como se realizó durante el gobierno del presidente Samper. En ese momento, se estableció un incremento adicional al que recibían todos los trabajadores públicos del 8 por ciento durante tres años consecutivos. Ojalá se pudiera llegar a un acuerdo análogo que garantice la nivelación del 18 por ciento que los simples estudios nacionales obligan, lo que podría lograrse en dos años si en cada uno de ellos se establece un incremento adicionaldel 9 por ciento respecto al de los demás servidores públicos. Con ello solo compensaríamos una inequidad histórica, aunque todavía no priorizamos la búsqueda de la calidad.
A mediano plazo hay que pensar en incrementos superiores si en realidad queremos ser el país mejor educado de América Latina en el 2025. Adicionalmente, hay que establecer estímulos para los docentes que laboran en las instituciones que presenten mayor modificabilidad en los resultados a partir del año en curso. El nuevo índice es una muy buena idea del Ministerio de Educacion Nacional (MEN) y hay que articularlo con la mejora de la calidad. En este sentido, también hay que aplaudir y concretar el ofrecimiento del MEN de un salario anual adicional para quienes obtengan mejoras significativas en el nuevo ISEC a partir del 2015.
El segundo y crucial aspecto que está en discusión en este paro es el de los sistemas de evaluación. En la mayoría de países del mundo existen sistemas de evaluación de los docentes. De hecho, países que no lo tenían, como Ecuador y Perú, recientemente lo han establecido con excelente impacto en la calidad, tal como evidencian sus resultados en las pruebas latinoamericanas adelantadas por la Unesco y conocidas como Terce. Ambos países nos alcanzaron y nos pasaron en sus resultados en matemáticas y lenguaje; y para lograrlo, combinaron dos de los aspectos hoy en discusión en Colombia: incrementos salariales significativos y evaluación para los docentes y los directivos.
Si bien en todos los sistemas mundiales de evaluación el porcentaje de maestros con bajos resultados es muy pequeño y disminuye con el paso del tiempo, en ninguno conocido se acepta que quienes las presentan, automáticamente las aprueban. Como sabemos todos los maestros, la idea de la promoción automática fue muy negativa para la calidad de la educación en Colombia y América Latina. En eso se equivoca el sindicato de maestros y no debemos acompañar una solicitud tan insólita como la que sostiene que independientemente del resultado obtenido, los docentes deben ascender en el escalafón. Sería algo tan absurdo como que todos los estudiantes fueran promovidos de grado independientemente de la calidad de su trabajo, del desarrollo y de la comprensión que alcancen.
La evaluación de los docentes tiene que ayudar al país a mejorar la calidad de la educación y por ello necesitamos que los resultados sean conocidos por ellos con las orientaciones y los mecanismos para superarlos en una próxima presentación, lo que en educación se conoce como evaluación formativa. Si las pruebas no le sirven al docente para mejorar su trabajo, entonces no ayudan a mejorar la calidad. Pero también deberían conocer los resultados las Secretarías y las facultadesde Educación, así como las propias instituciones educativas en las que laboran los maestros evaluados. Del mismo modo, hay que garantizar cursos para todos los docentes que obtengan resultados deficientes de manera que en el mediano plazo superen las dificultades. Sin dudarlo, el Estado está obligado a garantizar y apoyar de manera generalizada este proceso de formación de todos los docentes que hoy presenten alguna dificultad.
Ningún docente le aceptaría a sus estudiantes evaluarlos si ellos le exigen ser promovidos a los grados siguientes independientemente de los resultados que obtengan. No es justo pedirle al Estado que lo acepte como intentan los docentes con su paro actual.
Con la postura que han asumido de tiempo atrás,tanto el sindicato como el MEN afectan negativamente la calidad de la educación. Fecode al bloquear sistemáticamente la evaluación de los docentes y el MEN al no garantizar programas formativos de calidad que ayuden a los maestros a superar sus dificultades. Necesitamos evaluar integralmente a los maestros, pero hay que garantizar que las debilidades que se detecten en el camino encuentren la férrea decisión del Estado para ayudarlos a superarlas.
El paro actual es una buena oportunidad para que la sociedad valore el arduo trabajo de los docentes y para que nos comprometamos a su justa nivelación salarial. Debemos asegurar que existan partidas en el Plan de Desarrollo que garanticen ambas cosas. Pero también es una oportunidad de oro para que el magisterio efectivamente se comprometa con un nuevo sistema de evaluación que nos ayude a superar las debilidades que se detectan de tiempo atrás en sus procesos de formación y para que cualquier maestro que las presente, sin falta,encuentre el total apoyo del Estado para superarlas. En consecuencia, el problema que hoy se discute no es entre Fecode y el MEN: el problema principal es si la sociedad por fin va a exigirles a ambos que de manera colectiva trabajen para mejorar la calidad de la educación en el país.
* Fundador y director del Instituto Alberto Merani.

Gina Parody, la intransigente


Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela, aparece en actitud desafiante con la boca abierta –vociferante– y en sudadera tricolor. En la mano derecha lleva una foto de la ministra de Educación, Gina Parody, y con la izquierda la señala mientras grita: “Esta sí está peor que yoooo”. Se trata de una de los innumerables memes que han convertido a la ministra Parody en la gran protagonista del momento y en el centro de atención de las redes. Más allá de la gravedad y la importancia del paro de educadores y de su imprevisible final, el pulso de estos días es la apuesta política más importante para el futuro de Gina Parody. La ministra está en su momento decisivo. Y, según los memes, en su punto más difícil.
Se sabe que la exrepresentante a la Cámara, excandidata a la alcaldía de Bogotá, exdirectora del Sena y actual ministra de Educación tiene una vocación política de largo alcance. Su pilera natural y su inagotable capacidad de trabajo jamás pasarían inadvertidas ni, tampoco, sus aspiraciones de llegar muy arriba en el sector público. Quienes la conocen aseguran que no da un paso improvisado y que, por el contrario, actúa con fe ciega en los estrategas, las encuestas y los focus groups.
En el manejo del paro de Fecode la ministra Parody ha dejado ver la esencia de su ADN político. Ni su lenguaje ni sus formas han sido los tradicionales de un funcionario que se enfrenta a un sindicato que, para protestar, suspende un servicio esencial. No es ortodoxa ni previsible y, en esta coyuntura, ha sido elocuente y frecuente en los medios. Ha dejado saber que no negociará hasta que se levante el paro y ha expuesto ante los medios argumentos que normalmente se reservan para la mesa de negociación. Y ha asumido una posición dura con ropaje blando: no habrá negociación –dice– hasta que Fecode levante el paro porque –agrega– lo que importa son los niños y ellos deben estar en sus salones de clase.
Gina Parody pertenece a un gobierno que no es de mano dura. A Juan Manuel Santos le cuestionan que quiere quedar bien con todo el mundo. Lo critican, sobre todo, los simpatizantes de su antecesor, Álvaro Uribe, que sí era de corazón firme. La ministra de educación ha sido intransigente en un gobierno conciliador.
Y ha recibido críticas: a pesar de que la intransigencia –sobre todo si se ejerce en favor de los niños– suele ser una carta valiosa en el juego político, le dicen que se ha quedado sin salida porque, al negarse a hablar mientras haya paro, le entregó a Fecode el control de la situación. Por eso este martes Parody abrió una puerta cuando les dijo a los maestros sindicalizados que si levantan la protesta durante cinco días, se podría regresar a la mesa. La primera reacción del sindicato, en boca de Tarcisio Mora, su vicepresidente, fue negativa.
Pero falta ver cuál será el resultado final. Es muy poco probable que Luis Grubert Ibarra y demás directivos de Fecode levanten el paro antes del viernes, cuando se celebra el día mundial de los trabajadores, pero tampoco pueden quedarse en esa situación de manera indefinida. En el debate público Parody le va ganando a Grubert con la revelación de que ya había aceptado, antes del paro, un incremento del 10 % en los salarios de los maestros, sustentado en una reforma constitucional. Fecode sabe que la economía se está desacelerando y que la situación fiscal, con la caída de los ingresos del petróleo, no está boyante. Su petición de sustituir a Gina por el presidente Santos como interlocutor en la negociación no tiene ningún futuro.
¿Ganará o perderá Parody el pulso con los trabajadores de la educación? Todo depende, por supuesto, del resultado. Si se acaba el paro sin concesiones exageradas, alcanzaría una victoria como la de Ronald Reagan en el paro de los controladores aéreos en Estados Unidos. O como Margaret Thatcher en múltiples batallas comandadas como la 'dama de hierro'. Pero si se dilata el acuerdo o tiene que echarse para atrás, pagaría un precio en su ascendente carrera.
Parody no está sola. La apoya el presidente Santos no sólo por química personal, sino porque la apuesta por la educación es uno de sus tres huevitos –con la paz y la equidad–. La acompaña el ministro del trabajo, Luis Eduardo Garzón, que se las sabe todas en materia sindical. Y José Noé Ríos, el gran negociador. Y su colega de Hacienda, Mauricio Cárdenas, el que conoce el saldo de la chequera y, por consiguiente, el margen de maniobra para hacer concesiones. ¿Encontrarán Gina Parody y su equipo argumentos para hacer un giro en U que no quede como otra decepcionante 'patrasiada'? ¿Dará Fecode su brazo a torcer? ¿Logrará el procurador, que se reunió con Fecode, un acercamiento entre las dos partes?
Lo cierto es que, al final, a la ministra Parody se le evaluará por su capacidad de haber superado la situación, sin entregar mucho y sin demasiados días sin clases para los niños. La mano dura puede ser taquillera en el corto plazo, pero no necesariamente es sostenible a la larga. De hecho, se puede volver costosa.

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