¿Tienen razón los
maestros al promover el actual paro?
En Colombia un docente
profesional que hubiera ingresado al magisterio antes del 2002, empezaba
ganando el equivalente actual de 1.200.000 pesos y culminaría su vida laboral
con un salario de 2.700.000 pesos. Para quienes ingresaron después de ese año
la situación es similar si no tienen maestría aunque mejora un poco si ya la
culminaron. Eso implica que quien tuviera maestría hoy ingresaría al magisterio
con un salario apenas cercano a 1.600.000 pesos. El promedio de los maestros en
Colombia gana un salario algo inferior. Esto no corresponde a la
responsabilidad que tienen y no puede ser la remuneración para los docentes en
un país que pretende ser el más educado de América Latina para el 2025.
Un problema adicional
es que independiente de la calidad del trabajo que realizan, el salario es casi
el mismo. De esta manera, un docente comprometido, dedicado a sus estudiantes,
que trasciende e impacta a largo plazo el desarrollo integral de ellos, tiene
una remuneración igual a la de un maestro que no se esfuerza y que genera
aversión, apatía ante la ciencia, el estudio y el arte. Desde cualquier punto
de vista, lo anterior es absurdo.
Los docentes reciben
muy bajos salarios, lo que no atrae a los egresados de la educación media con
altas proyecciones. Tampoco los estimula a seguir trabajando para elevar la
calidad de la educación que brindan: ni a los más comprometidos, ni a los que
generan impacto negativo en sus estudiantes. Como los salarios son inferiores a
los obtenidos en otras profesiones, los jóvenes con mejores resultados en las
pruebas Saber no buscan la docencia como una opción profesional. Al mismo
tiempo, como no hay estímulos, se favorece la mediocridad.
Los cálculos del
estudio más completo que se ha realizado sobre el tema en Colombia (Informe
Compartir) permiten concluir que los salarios de los docentes son inferiores en
un 18 por ciento a los de otros profesionales. Por tanto, no hay duda: en
Colombia debe existir una nivelación salarial para los maestros y como el Plan
de Desarrollo está en trámite en el Congreso, es condición que incluya las
partidas presupuestales que exige una nivelación de este tipo.
Hay que acompañar a
los maestros en esta reivindicación salarial. Este es uno de los mecanismos
para mejorar la calidad de la educación en Colombia. Sin dudarlo, es mucho más
importante para mejorarla calidad que programas en curso que han tenido mucho
bombo y publicidad como la ampliación de la jornada. Al fin y al cabo, la
formación de los docentes es una de las variables que todos los estudios, nacionales
e internacionales, encuentran como una de las más asociadas a la calidad de la
educación. Como los recursos son escasos, no podemos equivocarnos en las
prioridades.
Si mejoramos los
salarios, jóvenes con mejor proyección se acercarán a la docencia y disminuiremos
la doble jornada tan frecuente entre los docentes. Es lógico que si un maestro
trabaja en la mañana o en la noche en un colegio oficial y en la tarde en uno
privado, su capacidad laboral se disminuye para mediar y orientar de forma
óptima la formación integral de sus estudiantes.
Una manera adecuada
de realizar esta nivelación salarial es distribuyendo el incremento durante
algunos años como se realizó durante el gobierno del presidente Samper. En ese
momento, se estableció un incremento adicional al que recibían todos los
trabajadores públicos del 8 por ciento durante tres años consecutivos. Ojalá se
pudiera llegar a un acuerdo análogo que garantice la nivelación del 18 por
ciento que los simples estudios nacionales obligan, lo que podría lograrse en
dos años si en cada uno de ellos se establece un incremento adicionaldel 9 por
ciento respecto al de los demás servidores públicos. Con ello solo
compensaríamos una inequidad histórica, aunque todavía no priorizamos la
búsqueda de la calidad.
A mediano plazo hay que
pensar en incrementos superiores si en realidad queremos ser el país mejor
educado de América Latina en el 2025. Adicionalmente, hay que establecer
estímulos para los docentes que laboran en las instituciones que presenten
mayor modificabilidad en los resultados a partir del año en curso. El nuevo
índice es una muy buena idea del Ministerio de Educacion Nacional (MEN) y hay
que articularlo con la mejora de la calidad. En este sentido, también hay que
aplaudir y concretar el ofrecimiento del MEN de un salario anual adicional para
quienes obtengan mejoras significativas en el nuevo ISEC a partir del 2015.
El segundo y crucial
aspecto que está en discusión en este paro es el de los sistemas de evaluación.
En la mayoría de países del mundo existen sistemas de evaluación de los
docentes. De hecho, países que no lo tenían, como Ecuador y Perú, recientemente
lo han establecido con excelente impacto en la calidad, tal como evidencian sus
resultados en las pruebas latinoamericanas adelantadas por la Unesco y
conocidas como Terce. Ambos países nos alcanzaron y nos pasaron en sus
resultados en matemáticas y lenguaje; y para lograrlo, combinaron dos de los
aspectos hoy en discusión en Colombia: incrementos salariales significativos y
evaluación para los docentes y los directivos.
Si bien en todos los
sistemas mundiales de evaluación el porcentaje de maestros con bajos resultados
es muy pequeño y disminuye con el paso del tiempo, en ninguno conocido se
acepta que quienes las presentan, automáticamente las aprueban. Como sabemos
todos los maestros, la idea de la promoción automática fue muy negativa para la
calidad de la educación en Colombia y América Latina. En eso se equivoca el
sindicato de maestros y no debemos acompañar una solicitud tan insólita como la
que sostiene que independientemente del resultado obtenido, los docentes deben
ascender en el escalafón. Sería algo tan absurdo como que todos los estudiantes
fueran promovidos de grado independientemente de la calidad de su trabajo, del
desarrollo y de la comprensión que alcancen.
La evaluación de los
docentes tiene que ayudar al país a mejorar la calidad de la educación y por
ello necesitamos que los resultados sean conocidos por ellos con las
orientaciones y los mecanismos para superarlos en una próxima presentación, lo
que en educación se conoce como evaluación formativa. Si las pruebas no le
sirven al docente para mejorar su trabajo, entonces no ayudan a mejorar la
calidad. Pero también deberían conocer los resultados las Secretarías y las
facultadesde Educación, así como las propias instituciones educativas en las
que laboran los maestros evaluados. Del mismo modo, hay que garantizar cursos
para todos los docentes que obtengan resultados deficientes de manera que en el
mediano plazo superen las dificultades. Sin dudarlo, el Estado está obligado a
garantizar y apoyar de manera generalizada este proceso de formación de todos
los docentes que hoy presenten alguna dificultad.
Ningún docente le
aceptaría a sus estudiantes evaluarlos si ellos le exigen ser promovidos a los
grados siguientes independientemente de los resultados que obtengan. No es
justo pedirle al Estado que lo acepte como intentan los docentes con su paro
actual.
Con la postura que
han asumido de tiempo atrás,tanto el sindicato como el MEN afectan
negativamente la calidad de la educación. Fecode al bloquear sistemáticamente
la evaluación de los docentes y el MEN al no garantizar programas formativos de
calidad que ayuden a los maestros a superar sus dificultades. Necesitamos
evaluar integralmente a los maestros, pero hay que garantizar que las
debilidades que se detecten en el camino encuentren la férrea decisión del
Estado para ayudarlos a superarlas.
El paro actual es una
buena oportunidad para que la sociedad valore el arduo trabajo de los docentes
y para que nos comprometamos a su justa nivelación salarial. Debemos asegurar
que existan partidas en el Plan de Desarrollo que garanticen ambas cosas. Pero
también es una oportunidad de oro para que el magisterio efectivamente se
comprometa con un nuevo sistema de evaluación que nos ayude a superar las
debilidades que se detectan de tiempo atrás en sus procesos de formación y para
que cualquier maestro que las presente, sin falta,encuentre el total apoyo del
Estado para superarlas. En consecuencia, el problema que hoy se discute no es
entre Fecode y el MEN: el problema principal es si la sociedad por fin va a
exigirles a ambos que de manera colectiva trabajen para mejorar la calidad de
la educación en el país.
*
Fundador y director del Instituto Alberto Merani.
Gina
Parody, la intransigente
Nicolás Maduro, el
presidente de Venezuela, aparece en actitud desafiante con la boca abierta
–vociferante– y en sudadera tricolor. En la mano derecha lleva una foto de la
ministra de Educación, Gina
Parody, y con la izquierda la señala mientras grita: “Esta sí está peor que yoooo”.
Se trata de una de los innumerables memes que han convertido a la ministra
Parody en la gran protagonista del momento y en el centro de atención de las
redes. Más allá de la gravedad y la importancia del paro de educadores y de su
imprevisible final, el pulso de estos días es la apuesta política más
importante para el futuro de Gina Parody. La ministra está en su momento decisivo.
Y, según los memes,
en su punto más difícil.
Se sabe que la
exrepresentante a la Cámara, excandidata a la alcaldía de Bogotá, exdirectora
del Sena y actual ministra de Educación tiene una vocación política de largo
alcance. Su pilera natural y su inagotable capacidad de trabajo jamás pasarían
inadvertidas ni, tampoco, sus aspiraciones de llegar muy arriba en el sector
público. Quienes la conocen aseguran que no da un paso improvisado y que, por
el contrario, actúa con fe ciega en los estrategas, las encuestas y los focus groups.
En el manejo del paro
de Fecode la ministra Parody ha dejado ver la esencia de su ADN político. Ni su
lenguaje ni sus formas han sido los tradicionales de un funcionario que se
enfrenta a un sindicato que, para protestar, suspende un servicio esencial. No
es ortodoxa ni previsible y, en esta coyuntura, ha sido elocuente y frecuente
en los medios. Ha
dejado saber que no negociará hasta que se levante el paro y ha expuesto ante los medios
argumentos que normalmente se reservan para la mesa de negociación. Y ha
asumido una posición dura con ropaje blando: no habrá negociación –dice– hasta
que Fecode levante el paro porque –agrega– lo que importa son los niños y ellos
deben estar en sus salones de clase.
Gina Parody pertenece
a un gobierno que no es de mano dura. A Juan Manuel Santos le cuestionan que
quiere quedar bien con todo el mundo. Lo critican, sobre todo, los
simpatizantes de su antecesor, Álvaro
Uribe, que sí era de corazón firme. La ministra de educación ha
sido intransigente en un gobierno conciliador.
Y ha recibido críticas: a
pesar de que la intransigencia –sobre todo si se ejerce en favor de los niños–
suele ser una carta valiosa en el juego político, le dicen que se ha quedado
sin salida porque, al negarse a hablar mientras haya paro, le entregó a Fecode
el control de la situación. Por eso este martes Parody abrió una puerta cuando
les dijo a los maestros sindicalizados que si levantan la protesta durante
cinco días, se podría regresar a la mesa. La primera reacción del sindicato, en
boca de Tarcisio Mora, su vicepresidente, fue negativa.
Pero falta ver cuál
será el resultado final. Es muy poco probable que Luis Grubert Ibarra y demás directivos de Fecode levanten
el paro antes del viernes, cuando se celebra el día mundial de los
trabajadores, pero tampoco pueden quedarse en esa situación de manera
indefinida. En el debate público Parody le va ganando a Grubert con la revelación
de que ya había aceptado, antes del paro, un incremento del 10 % en los
salarios de los maestros, sustentado en una reforma constitucional. Fecode sabe
que la economía se está desacelerando y que la situación fiscal, con la caída
de los ingresos del petróleo, no está boyante. Su petición de sustituir a Gina
por el presidente Santos como interlocutor en la negociación no tiene ningún
futuro.
¿Ganará o perderá Parody el pulso con los trabajadores de la
educación? Todo
depende, por supuesto, del resultado. Si se acaba el paro sin concesiones
exageradas, alcanzaría una victoria como la de Ronald Reagan en el paro de los
controladores aéreos en Estados Unidos. O como Margaret Thatcher en múltiples
batallas comandadas como la 'dama de hierro'. Pero si se dilata el acuerdo o
tiene que echarse para atrás, pagaría un precio en su ascendente carrera.
Parody no está sola.
La apoya el presidente Santos no sólo por química personal, sino porque la
apuesta por la educación es uno de sus tres huevitos –con la paz y la equidad–.
La acompaña el ministro del trabajo, Luis Eduardo Garzón, que se las sabe todas
en materia sindical. Y José Noé Ríos, el gran negociador. Y su colega de
Hacienda, Mauricio Cárdenas, el que conoce el saldo de la chequera y, por
consiguiente, el margen de maniobra para hacer concesiones. ¿Encontrarán Gina Parody y su
equipo argumentos para hacer un giro en U que no quede como otra decepcionante
'patrasiada'? ¿Dará Fecode su brazo a torcer? ¿Logrará el procurador, que se
reunió con Fecode, un acercamiento entre las dos partes?
Lo cierto es que, al
final, a la ministra Parody se le evaluará por su capacidad de haber superado
la situación, sin entregar mucho y sin demasiados días sin clases para los
niños. La mano dura puede ser taquillera en el corto plazo, pero no
necesariamente es sostenible a la larga. De hecho, se puede volver costosa.