Una gran lección de mala educación
Por: Aldo Cívico
Señora ministra de educación: hace poco estuve en Ocaña, Norte
de Santander, donde me enteré de un caso asombroso de mala educación.
Lejos de los centros
donde se formulan las políticas y se toman las decisiones es donde uno puede
observar mejor el Estado en acción y sus efectos. Y la siguiente historia es
reveladora y además triste.
Esta
es la historia de Juan Pablo, un estudiante de 14 años de un instituto técnico
de Ocaña. El joven, estando en séptimo, obtuvo una nota de 2,8 en la asignatura
de ética y valores humanos, por lo tanto debía recuperar entre enero y marzo
pasados. Aunque Juan Pablo se presentó dos veces para la recuperación
programada, el profesor de ética (¡qué ironía!) nunca apareció. Como resultado,
Juan Pablo perdió el año. La madre intentó varias veces encontrar una solución
a través de la coordinadora e incluso con el mismo profesor. Viendo que el
colegio no era un medio saludable para la educación de su hijo, a mediados de
mayo, en un momento de frustración, la mamá decidió pedir a la administración
del colegio un certificado para su hijo, retirar a Juan Pablo y buscar un
colegio público distinto. Pero esto no es el final de la historia.
Hay
una señal en la puerta de la rectoría garantizando que “sin excepción” un
certificado será entregado dentro de diez días hábiles a partir de la fecha de
la solicitud. Bueno, la madre de Juan Pablo recibió el certificado dos meses más
tarde: es decir, la semana pasada y sólo después de que ella había presentado
una queja ante el personero y el jefe de núcleo. ¿Cuál es el resultado de todo
esto? Debido a que un profesor arbitrariamente no se presentó a la recuperación
y porque la institución se demoró dos meses en proporcionar el certificado, el
derecho a la educación de un menor quedó violado. La demora en entregar el
certificado cerró a Juan Pablo las puertas para estudiar en otra institución y
así él desde mayo no está asistiendo a clases, está triste, con problemas de
sueño y con baja autoestima.
La
semana pasada toqué a la puerta de la rectora. Ella culpó a la mamá (ya
humillada en su derecho y deber de proteger a su hijo) porque retiró a Juan
Pablo, y aunque admitió que el profesor estaba en un error y que hubo
irregularidades, la rectora no estuvo dispuesta a asumir su responsabilidad y
proporcionar una solución. También estaba resentida de que la madre hubiera
presentado la queja. Ahora, Juan Pablo tendrá que esperar hasta enero para
repetir el año. ¿Cuántos Juan Pablo hay en Colombia?
Todo
esto es muy grave. No sólo porque Juan Pablo perdió el año y ahora vaga triste
y sin estudio, sino porque los educadores son la punta de lanza del Estado.
Para un estudiante, el encuentro con un educador es también el encuentro con el
Estado, y esto debería conferir a un educador un profundo sentido de la ética y
de la responsabilidad. Señora ministra, después de esa experiencia, ¿qué
percepción de equidad y responsabilidad del Estado se quedará con Juan Pablo?
¿Cómo los jóvenes pueden adquirir respeto para la autoridad, si los adultos son
los primeros en desilusionarlos? Lo que Juan Pablo sí recibió fue una gran
lección de mala educación.
El
espectador.com
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