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viernes, 25 de abril de 2014

DE ANALISTAS EXTERNOS, O ¿DE QUIÉN MÁS?

Maestro: aguante y cállese
Lejísimos nos encontramos del emperador Justiniano. Entró una vez el monarca a la habitación del palacio donde un preceptor enseñaba al príncipe. El muchacho estaba sentado y el maestro de pie. Justiniano reprendió al muchacho y lo obligó a ponerse de pie, por respeto al educador.
 En cambio, en Colombia hoy, con inmensa responsabilidad del Gobierno, del Ministerio de Educación y de los legisladores que no parecen conceder a los alumnos sino derechos, vemos todos los días muchísimas situaciones dolorosas. “No me hable así, que afecta mi autoestima”, contestó intemperante una alumna a su profesora que con buenos modales le recordaba sus deberes.
 Un muchacho, con voz destemplada, le dijo a su maestro, que le decía que por qué no traía el bolígrafo para hacer una evaluación, estas palabras: “No me alce la voz”. ¿Qué hicieron ambos maestros? Callarse y aguantar. Me cuentan maestros oficiales que en un porcentaje alto dar clase es ya un tormento.
Muchos alumnos se salen de clase cuando les parece. Si se les llama la atención, contestan que no les da la gana asistir y muchas veces le mientan la madre al educador. ¿Qué hacen los maestros? Aguantarse y callar.
En España, país del que copiamos muchos de estos manejos desastrosos de la educación, al terminar el año escolar el 45 por ciento de los maestros deben ir al psiquiatra o a casas de reposo. En Colombia, vamos para allá a pasos agigantados.
 El primer país en calidad educativa es Finlandia. Nuevamente ocupó el primer puesto entre 57 países en las pruebas denominadas PISA, que es la sigla en inglés de Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes de Indicadores de Resultados Educativos, preparado por la OCDE, que es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico que agrupa a los países más ricos de la tierra.
Bernardo Bejarano, periodista de EL TIEMPO, estuvo en Helsinki averiguando el porqué de la calidad educativa finesa. Y lo primero que le contestó Jouni Valijaarvi, del Instituto de Investigación Educacional, fue que lo fundamental para ellos es el valor que se les da a los maestros.
 A diferencia de muchos países, la responsabilidad pedagógica recae en los profesores. Son ellos quienes deciden el sistema de calificación y el material que van a utilizar, en un ambiente muy individualista que apela más a un alto sentido de la ética que a controles estrictos”. Por supuesto, el respeto a los maestros por parte de los alumnos, de la sociedad, de los medios de comunicación y de los padres es máximo.
 Y sigue el investigador. Esa independencia del maestro hace que la profesión sea muy popular. Tanto que apenas hay cupo para dos de diez personas que se presentan a las universidades para cursar los cuatro años que se requieren como mínimo para ser maestro”.
Yo debería dejar aquí el asunto así planteado, pero no resisto la tentación de hacer la comparación punto por punto. En Colombia, el maestro no es lo más importante sino lo último. Aquí mandan la política y la demagogia. Los controles oficiales asfixian a maestros y colegios. No hay independencia. El maestro no es sujeto de respeto, sino todo lo contrario.
 Y, por supuesto, en Colombia ya casi nadie quiere ser maestro. Se necesita casi ser masoquista para querer una profesión (la más bella del mundo, la que escogió Cristo al hacerse hombre) para que padres y alumnos los insulten a diario y ellos tengan que quedarse callados. No sólo marchamos al abismo en cuestión de recursos naturales, sino en el tejido social con este sistema de educación permisivo, demagógico y hasta mal intencionado.
 Autor
ANDRÉS HURTADO GARCÍA

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